martes, 10 de junio de 2025

Editorial: El Estado Fascista de Donald Trump y la Política Migratoria de Terror en Los Ángeles

 


Por Armando García Álvarez

La ciudad de Los Ángeles, santuario de comunidades inmigrantes, se ha convertido en los últimos días en un epicentro del miedo y la persecución, no por causa del crimen o del caos, sino por la ejecución deliberada de una política migratoria represiva, impulsada con fervor ideológico por Donald Trump. En esta editorial denunciamos el carácter fascista de estas políticas, que socavan los derechos humanos, la dignidad y la vida misma de millones de residentes.

Bajo el discurso de “ley y orden”, Trump ha transformado la aplicación de la ley migratoria en una maquinaria de terror. Agentes de ICE patrullan calles, entran a vecindarios latinos, interrogan a personas por su acento, su color de piel o simplemente por su código postal. La criminalización del inmigrante —un principio central en la retórica fascista— ha calado profundamente en sus discursos, en sus órdenes ejecutivas y en su aparato de propaganda.

Los Ángeles, con su población mayoritariamente latina, ha sido uno de los blancos principales. Familias divididas, niños traumatizados, redadas masivas sin órdenes judiciales: esto no es un país libre, es un régimen de persecución selectiva. A través de la deportación sistemática y la deshumanización del inmigrante, el estado trumpista busca consolidar un control social basado en el miedo.

Esta política de "limpieza étnica suave", disfrazada de cumplimiento legal, tiene paralelismos históricos alarmantes. Como en los regímenes fascistas del siglo XX, se identifica un enemigo interno (en este caso, el inmigrante indocumentado), se le culpa de todos los males sociales, y se moviliza el aparato estatal para expulsarlo, marcarlo y silenciarlo. Esta no es una exageración retórica: es una descripción exacta de lo que está ocurriendo en las calles de Los Ángeles hoy.

Frente a este panorama, no basta con declaraciones simbólicas de ciudades santuario. Se necesita una resistencia política organizada, desde los gobiernos locales hasta los movimientos sociales. Es hora de llamar las cosas por su nombre: estamos ante un intento autoritario de reconfigurar la identidad de Estados Unidos excluyendo a millones. El silencio o la pasividad, en este contexto, equivalen a complicidad.

La historia juzgará a esta nación no por sus discursos de libertad, sino por su trato a los más vulnerables. Hoy, en Los Ángeles y en todo el país, se libra una batalla por el alma de la democracia estadounidense. Y en esa batalla, el fascismo migratorio de Trump no puede, no debe, prevalecer.

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