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La
indiferencia de gran parte de los gobiernos de Abya Yala frente a las políticas
migratorias inhumanas de Estados Unidos es un silencio ensordecedor que otorga
un premio a la bravuconada y el desprecio por los derechos humanos.
Miles de
trabajadores migrantes, que contribuyen con su esfuerzo a la economía
estadounidense, son capturados y expulsados como delincuentes, a pesar de no
tener antecedentes penales.
Esta
práctica no solo viola estándares internacionales, sino que también revela una
complicidad tácita de la comunidad internacional y, dolorosamente, de Abya
Yala.
La obsesión
de figuras como Donald Trump por expulsar a millones de migrantes, incluso a
aquellos con residencia, es una muestra de una bravuconada imperial decadente,
diseñada para sembrar el miedo entre los pueblos y sus gobiernos. Es un eco
oscuro de épocas pasadas, donde la deshumanización era la norma.
Mientras
algunos gobiernos como los de México, Colombia, Brasil, Venezuela y Cuba han
mostrado una valiente postura en defensa de sus ciudadanos, otros, como El
Salvador y Guatemala, adoptan una actitud servil, priorizando sus intereses
coyunturales por encima de la dignidad de sus propios nacionales.
Es
imperativo que espacios de articulación continental como la CELAC e iniciativas
regionales como CARICOM fijen una postura política firme ante la
deshumanización de los latinoamericanos en Estados Unidos. Su silencio solo
legitima la crueldad.
De igual
manera, los movimientos sociales y los espacios de articulación de pueblos como
ALBA Movimiento y Abya Yala Soberana deben alzar sus voces, mostrando
solidaridad inquebrantable con las familias migrantes y condenando de manera
contundente estas políticas neofascistas que laceran la dignidad humana y
socavan la integración regional. La inacción ante esta barbarie es una mancha
en la conciencia colectiva de nuestro Continente.
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